Entre las tinieblas de la sorpresa mis párpados sedientos de policromía se abrieron entre la tibieza de tu impetu a punto de reventar. La mujer se hizo madre y defendió con mansedumbre la libertad de seguir siendo persona.
Rosa de naríz perfecta; si hiciese recuentos de motivos para amarte y agradecerte, en la lista no estaría la admiración por hacerme vivir, pues bien sé que eso fue cosa de un insuflo cósmico que me hizo habitarte; mis motivos son más vívidos y tangibles: Te beso en la frente con toda la gratitud del mundo por amarme como Ser humano y no como tu irremediable hija, por la ternura ante la palabra, la paciencia para que mis pupilas distinguieran con coherencia las letras en los libros; ESO ES LO MEJOR QUE ME HAS DADO; a manos llenas, rebosante de sensaciones, de seres mitológicos que provocaban mi espanto.
Me enseñaste a disfrutar el contenido de los libros, las experiencias de otros seres humanos en otros tiempos, en muchas partes del mundo.
Me enseñaste a tocar los libros, a ensuciarlos, a doblarlos si era mi deseo, a sacarlos del librero, a tomarlos en la librería y buscarlos en las bibliotecas, para leerlos, para conocerlos, pues si no, son solo papel pautado sin valor, nisiquiera sirven de ornamento.
Mamá; he conocido a un ratón llamado Simón que se hizo amigo de un dragón insensato y se escapó de su casa para defender a un lobo y a un gato; a una niña que hiba con pájaros en la cabeza a la escuela, a un papalote y a un nopal melancólicos, a un perro verde que gustaba de pintar psicodélicos diseños en el cuerpo a otros perros, al tío Conejo, a la mulata que se escapó de la carcel en un barco pintado en la pared, a un príncipe felíz, al Cid entrando a Burgos. Conocí Luvina cuando llueve, a campesinos que oyen ladrar los perros antes de que los maten, a gente que busca un milagro en Lourdes, a un uruguayo que escribe del amor, las mujeres y la vida, a una mujer que corre con lobos, a La Magamujer que dejó morir a Rocamadour, a la Tía Chofi que lo mejor que hizo en su vida fue morirse, a una niña mala que amaba a un escritor peruano (¿ves cuantas mujeres?)... (hay que multiplicar sin descanso los puntos suspensivos).
He paseado por la Alahambra, por la costa de Lisboa, el puerto de Sevilla, las calles de Calcuta, los cafés de París, San Juan de Letrán (fumando mota con Jack Kerouac), el Bósforo turco, el mar siciliano, , Bután, el Tíbet, Siberia... y he llorado contemplando la luna desde la vieja Firenze de los Médici. (Los puntos suspensivos ya no bastan, mejor me detengo aquí)...
Rosa de naríz perfecta; si hiciese recuentos de motivos para amarte y agradecerte, en la lista no estaría la admiración por hacerme vivir, pues bien sé que eso fue cosa de un insuflo cósmico que me hizo habitarte; mis motivos son más vívidos y tangibles: Te beso en la frente con toda la gratitud del mundo por amarme como Ser humano y no como tu irremediable hija, por la ternura ante la palabra, la paciencia para que mis pupilas distinguieran con coherencia las letras en los libros; ESO ES LO MEJOR QUE ME HAS DADO; a manos llenas, rebosante de sensaciones, de seres mitológicos que provocaban mi espanto.
Me enseñaste a disfrutar el contenido de los libros, las experiencias de otros seres humanos en otros tiempos, en muchas partes del mundo.
Me enseñaste a tocar los libros, a ensuciarlos, a doblarlos si era mi deseo, a sacarlos del librero, a tomarlos en la librería y buscarlos en las bibliotecas, para leerlos, para conocerlos, pues si no, son solo papel pautado sin valor, nisiquiera sirven de ornamento.
Mamá; he conocido a un ratón llamado Simón que se hizo amigo de un dragón insensato y se escapó de su casa para defender a un lobo y a un gato; a una niña que hiba con pájaros en la cabeza a la escuela, a un papalote y a un nopal melancólicos, a un perro verde que gustaba de pintar psicodélicos diseños en el cuerpo a otros perros, al tío Conejo, a la mulata que se escapó de la carcel en un barco pintado en la pared, a un príncipe felíz, al Cid entrando a Burgos. Conocí Luvina cuando llueve, a campesinos que oyen ladrar los perros antes de que los maten, a gente que busca un milagro en Lourdes, a un uruguayo que escribe del amor, las mujeres y la vida, a una mujer que corre con lobos, a La Magamujer que dejó morir a Rocamadour, a la Tía Chofi que lo mejor que hizo en su vida fue morirse, a una niña mala que amaba a un escritor peruano (¿ves cuantas mujeres?)... (hay que multiplicar sin descanso los puntos suspensivos).
He paseado por la Alahambra, por la costa de Lisboa, el puerto de Sevilla, las calles de Calcuta, los cafés de París, San Juan de Letrán (fumando mota con Jack Kerouac), el Bósforo turco, el mar siciliano, , Bután, el Tíbet, Siberia... y he llorado contemplando la luna desde la vieja Firenze de los Médici. (Los puntos suspensivos ya no bastan, mejor me detengo aquí)...
¿Lo ves? ¿Como no agradecerte todo eso y el montón de palabras que no alcanzan tintero?
Te abrazo mamá, por darme plumitas para la extensión de mis alas.
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