miércoles, 3 de septiembre de 2008

Mi abuelo.


Mateo murió de enfisema, de vejez, de lágrimas en la certeza de la muerte. Mi abuelo fue un tipo liberto, noble, de mirada cansada que prohibía a todos hacereme llorar y fomentaba mi vicio a los videojuegos, que me quería portentosamente aún sin ser niño como lo hacen todos los abuelos.


Los años desde su muerte han transcurrido como de mentiras, como en un suspiro dulce entre su ausencia, aún ahora no sé bien a bien quien fue el abuelo, solo me queda la nostalgia de un hombre bello, de lágrimas limpias como la mansedumbre y una provocadora e inocente libertad entre alcohol y emociones de hombre atormentado con atávicas nostalgias.



Recuerdo al abuelo y en la garganta siento un ataque de llanto que se gesta poco a poco, tal vez algún día le escriba un poema donde su limpia vida sea recordada entre margaritas y rosas rojas, donde sus ojos canten himnos de libertad que nunca imagino pero regaló a manos llenas a mi padre, a mi.



Abuelo de andar cansado que nunca supo de venganzas y su vos no tuvo para mi más que dulces palabras de amor infinito, de esos gratuitos y sinceros que no piden nada a cambio, nada, absolutamente nada.



Que descanse a lado de ángeles en la ensoñación eterna del alma hecha poesía.

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